OIKÍA, Casa de acogida a niños de la calle en Bolivia

Oikía es la Casa de Acogida a niños de la calle, en la que yo vivo en Bolivia. Oikía comenzó su andadura en Septiembre del año 2007 y desde entonces hemos acogido y atendido con todos nuestros servicios a 350 niños y niñas en situación de calle, pues la calle era su hábitat y su mundo de relaciones, alejados de su familia o maltratados por sus parientes cercanos.  

Metidos en todo lo que mata viviendo en la calle, estos niños y adolescentes han experimentado habitualmente lo que es el abandono de la familia, la marginación social, el desprecio de la gente y las carencias de lo más básico para vivir. Sin techo, sin pan, sin ropa, sin escolarización, sin el afecto familiar, estos niños crecen en la pobreza y en la precariedad, y sobreviven probando lo más pernicioso y dañino para sus vidas, la droga, el alcohol y la violencia en sus múltiples manifestaciones. El riesgo de estos niños es enorme y están abocados generalmente, si no encuentran una ayuda adecuada, a la cárcel o a la muerte.  

Ahí es donde encuentra su razón de ser nuestra casa Oikía. Un espacio familiar que genera acogida, alegría, respeto, ayuda para estos niños, de modo que ellos puedan cambiar de rumbo sus vidas. El nombre del proyecto “Oikía” tiene su origen en el Nuevo Testamento y en los Evangelios. Oikía es una palabra griega que significa casa, hogar, familia. El sentido del este nombre es el objetivo de todo el proyecto: Es una casa de acogida a los niños de la calle, a los niños más pobres y marginados de nuestra sociedad. Es una casa de la Iglesia católica, cuya identidad y personería jurídica pertenece a la Iglesia católica en el arzobispado de Santa Cruz de la Sierra (Bolivia). Y es una institución educativa, como una familia inspirada por los grandes valores del Evangelio: la dignidad de la persona humana, el respeto y el amor a la vida, la libertad de todo ser humano, la justicia social, la esperanza en la recuperación y redención de toda persona, la solidaridad comprometida con los más pobres.

Pero Oikía no sería posible sin las múltiples manifestaciones personales de amor gratuito y entusiasta que estos niños necesitados han suscitado en el corazón de todos los que formamos Oikía: Los voluntarios educadores y asistentes in situ, la dirección y coordinación de los servicios que se prestan a los niños en las casas de Oikía-Día, Oikía-Noche y Oikía-Recreo, los miembros activos de la Asociación “Ayuda a los niños de Bolivia”, que desde España vela por la Casa y atiende todas sus necesidades, y la multitud de personas que colaboran, según sus posibilidades, con el mantenimiento de Oikía, por medio de Cáritas en Ciudad Real, Madrid, Jaca y Murcia, y a través de otras entidades que nos apoyan. Por eso para mí Oikía es un lugar muy singular de comunión solidaria con los más pobres y necesitados de nuestro mundo, más allá de toda distancia física.

De esta manera Oikía es un espacio de cultura samaritana, pues, como en la parábola del buen samaritano (Lc 10,30-37) que se aproxima y se hace prójimo del marginado, en esta casa se hace posible la atención a los niños marginados y desatendidos de las grandes ciudades del mundo latinoamericano. Se trata de un proyecto concreto realizado en el amor misericordioso de la Iglesia, como una obra social desde el ejercicio de la Caridad Eclesial, pero, al mismo tiempo, es una acción que genera y realiza una transformación de la mentalidad y del corazón de las personas implicadas en ella. Tanto los niños atendidos como los voluntarios educadores y asistentes, así como todos los colaboradores, participan de esa nueva mentalidad y estilo de vida que lleva consigo la evangelización misionera de la Iglesia.

Los dos grandes textos bíblicos que inspiran el nombre de Oikía son la parábola del hijo pródigo (Lc 15,25), donde oikía es la casa del padre a la que retorna el hijo perdido, y el texto del origen de Jesús, donde oikía es el lugar del niño Jesús y su madre cuando reciben la visita de los sabios de oriente ofreciéndole regalos (Mt 2,11). Para mí es una gran alegría poder ofrecer una casa, la del Padre Dios, a los hijos perdidos y pródigos, a los niños y adolescentes sin hogar en el barrio del Plan Tres Mil de nuestra ciudad cruceña. Por eso nuestra casa, como en la parábola, es ámbito de perdón continuo, de acogida permanente e incondicional, fundamentada en la libertad personal de quien acude a ella para ser atendido o para prestar ayuda. Estos grandes valores humanos y sociales, el perdón y la ayuda, suscitan y mantienen el ambiente de diálogo, de respeto, de atención y de gran alegría de nuestra casa.

El texto de los magos, más bien sabios, que visitan a Jesús en el portal de Belén, presenta también la palabra Oikía (Mt 2,11). Aquellos sabios de Oriente, como los pastores de Belén, estaban atentos a las señales de Dios en medio del mundo, por eso percibieron su presencia. En nuestra casa Oikía se encuentra también el niño Jesús, presente en todos nuestros niños, que reclaman la acción amorosa y servicial de los hombres y mujeres que se ponen en marcha ante las señales del mundo o del cielo para ir hasta ella, desde todos los lugares del mundo hasta donde está el niño, hasta donde están los niños, y pueden ofrecer los dones del reconocimiento de su dignidad y los necesarios para una vida digna.

Doy gracias a Dios por la humildad, la solidaridad y la gratuidad de todas las personas que se entregan a la causa de los niños pobres y marginados, los voluntarios de Bolivia y de Europa que ofrecen su vida en nuestra casa de acogida, Oikía, pues actualizan constantemente con sus vidas la escena evangélica de los sabios de Oriente que adoraron al Niño Dios ofreciéndole lo que le correspondía. Felicidades a todos ellos porque su alegría y la nuestra es y será siempre, como la de los magos, extraordinariamente grande.

 

José Cervantes Gabarrón, sacerdote misionero y profesor de Sagrada Escritura