ÁGORA, UN LUGAR PARA EL ENCUENTRO DEL VOLUNTARIADO
…Dios conoce los sufrimientos de sus hijos porque es un Padre atento y solícito hacia todos. Como Padre, cuida de los que más lo necesitan: los pobres, los marginados, los que
sufren, los olvidados. Pero nadie está excluido de su corazón, ya que, ante Él, todos somos
pobres y necesitados. Todos somos mendigos, porque sin Dios no seríamos nada. Tampoco tendríamos vida si Dios no nos la hubiera dado. Y, sin embargo, ¡cuántas veces vivimos
como si fuéramos los dueños de la vida o como si tuviéramos que conquistarla! La mentalidad mundana exige convertirse en alguien, tener prestigio a pesar de todo y de todos,
rompiendo reglas sociales con tal de llegar a ganar riqueza. ¡Qué triste ilusión! La felicidad
no se adquiere pisoteando el derecho y la dignidad de los demás…
…La violencia provocada por las guerras muestra con evidencia cuánta arrogancia mueve
a quienes se consideran poderosos ante los hombres, mientras son miserables a los ojos
de Dios. ¡Cuántos nuevos pobres producen esta mala política hecha con las armas, cuántas
víctimas inocentes! Pero no podemos retroceder. Los discípulos del Señor saben que cada
uno de estos “pequeños” lleva impreso el rostro del Hijo de Dios, y a cada uno debe llegarles nuestra solidaridad y el signo de la caridad cristiana. «Cada cristiano y cada comunidad
están llamados a ser instrumentos de Dios para la liberación y promoción de los pobres,
de manera que puedan integrarse plenamente en la sociedad; esto supone que seamos
dóciles y atentos para escuchar el clamor del pobre y socorrerlo» (Exhort. ap. Evangelii
gaudium, 187)…
…A los pobres que habitan en nuestras ciudades y forman parte de nuestras comunidades
les digo: ¡no pierdan esta certeza! Dios está atento a cada uno de ustedes y está a su lado.
No los olvida ni podría hacerlo nunca. Todos hemos tenido la experiencia de una oración
que parece quedar sin respuesta. A veces pedimos ser liberados de una miseria que nos
hace sufrir y nos humilla, y puede parecer que Dios no escucha nuestra invocación. Pero el
silencio de Dios no es distracción de nuestros sufrimientos; más bien, custodia una palabra
que pide ser escuchada con confianza, abandonándonos a Él y a su voluntad…
…Estamos llamados en toda circunstancia a ser amigos de los pobres, siguiendo las huellas de Jesús, que fue el primero en hacerse solidario con los últimos. Que nos sostenga en
este camino la Santa Madre de Dios, María Santísima, que, apareciéndose en Banneux, nos
dejó un mensaje que no debemos olvidar: «Soy la Virgen de los pobres». A ella, a quien
Dios ha mirado por su humilde pobreza, obrando maravillas en virtud de su obediencia,
confiamos nuestra oración, convencidos de que subirá hasta el cielo y será escuchada.