Cáritas, en la provincia de Ciudad Real, nace entre 1958 y 1959 en algunas localidades como Tomelloso, Puertollano, Malagón…. En este tiempo, es el Secretariado de Caridad quien coordina la acción social de estas Cáritas, algunas de las cuales han cumplido ya 50 años.
Pero no es hasta 1964 cuando oficialmente se constituye Cáritas Diocesana de Ciudad Real, como organismo diocesano que coordina e impulsa el desarrollo de las Cáritas locales nuevas que van a ir surgiendo, dando unidad a su acción social, valores y criterios.
Desde estas Cáritas locales, durante todos estos años, la comunidad cristiana ha sabido estar cercana a las personas empobrecidas a través del voluntariado, a la vez que ha ido adaptando su forma de compartir y ayudar, acorde con cada momento histórico.
A finales de los años 50, las parroquias cuentan con muchos grupos de jóvenes y adultos militantes comprometidos; la sociedad está pasando por una etapa de escasez de productos de primera necesidad, la demanda del momento es facilitar alimentos y ropa a través de la ayuda americana. Y allí estuvieron nuestros voluntarios y voluntarias siendo testimonio del compromiso de la comunidad cristiana con los empobrecidos.
La primera Asamblea del Secretariado de Caridad de Ciudad Real se celebra en 1958, y en la segunda, en 1960, con la presencia del Obispo de la Diócesis D. Juan Hervás, ocurre un hito importante en la historia del voluntariado de nuestra Diócesis: se encomienda que en cada parroquia se organice un grupo de seglares (voluntarios) encargados de la caridad, y que dichos grupos organicen las campañas de Cáritas. Desde entonces, y respondiendo a dicha propuesta, Cáritas se va a ir constituyendo en multitud de parroquias.
En marzo de 1960, el Secretariado Parroquial de Caridad de Campo de Criptana, presenta en su campaña de caridad toda una programación para terminar con la mendicidad callejera y actuar de manera integral desde Cáritas. Son siete propuestas de acción que van desde la ayuda con ropa y alimentos, escuelas maternales, hasta consultorio médico y jurídico.
Si en los años 60 la gran ocupación del voluntariado fue repartir la ayuda americana, en los 70 se incrementa la sensibilidad social. En aquel entonces, D. Pedro Jaramillo (entonces Delegado de la Cáritas Diocesana), anima al voluntariado para que las ayudas asistenciales se hagan de manera que sirvan para la promoción de quienes las reciben. Este es el comienzo del paso de la mera asistencia a las necesidades básicas, a la promoción de la persona.
En Tomelloso se habilitan y construyen viviendas para familias que residían en malas condiciones, se comienza también a escolarizar a los menores de estas familias.
D. Pedro Jaramillo (entonces Delegado de Cáritas Diocesana), imparte los primeros cursos de voluntariado social.
En los años 80, se va configurando la asistencia social desde los municipios y la propia Diputación, y Cáritas continúa estando en los barrios más empobrecidos facilitando ayuda, pero también haciendo de mediadora para que las personas accedan a lo que comienza a reconocerse como derechos sociales. Los voluntarios y las voluntarias son esa figura referente, de mediación y apoyo en la cercanía, que juegan un rol imprescindible al lado de los más necesitados.
En muchos pueblos, los voluntarios ayudaron a tramitar las ayudas del Fondo de Asistencia Social, para personas que no cotizaban a la seguridad social. Popularmente se las conocía como “las pensiones de Cáritas”.
Cáritas asume el servicio de ayuda a domicilio en las zonas rurales y el voluntariado acompaña a los mayores.
A finales de los 80 y principios de los años 90, Cáritas ya está presente también en el mundo rural y en los barrios donde reside la comunidad gitana. Es entonces cuando comienzan a organizarse programas y proyectos de acción social.
Aparecen los primeros animadores liberados (trabajadores) para dinamizar la labor del voluntariado y apoyarles en la ayuda que éstos han de prestar en los procesos educativos con los empobrecidos.
En estos años, el número de voluntarios es alto, y los cursos de formación específicos cuentan con grupos numerosos de hasta 20 y 40 personas por localidad. Cáritas vive el boom del voluntariado y se va especializando, adaptando su actuación a las cambiantes necesidades sociales.
Nacen proyectos de animación comunitaria rural en el Valle de Alcudia y Montes Norte. Se crean algunas cooperativas en la zona rural y en Valdepeñas.
El apoyo en la consolidación de la asociación gitana de Ciudad Real, el inicio de los proyectos educativos con familias en Puertollano, Ciudad Real, Alcázar, Manzanares, Tomelloso, Criptana… son buenos ejemplos de la activa participación social de estos años.
El curso básico de voluntariado va abriendo camino a la creación y renovación de las Cáritas Parroquiales.
La entrada en el nuevo siglo (año 2000) da continuidad al trabajo del voluntariado en proyectos concretos. Durante este tiempo, se va consolidando un voluntariado que está presente en casi todos los pueblos de la Diócesis: un voluntariado formado y animado por trabajadores, que desarrollan proyectos en las zonas e impulsan a que cada parroquia viva la caridad.
En estos tiempos es cuando comienza a apreciarse un envejecimiento de las personas voluntarias, y un menor número de jóvenes comprometidos con Cáritas.
El programa Sin Techo que comenzó a configurarse como red (con la casa de Abraham), en 1992; se renueva y consolida haciendo común a todos los centros una misma metodología de intervención social, propia de Cáritas Española llamada “Volver a ser”. Prevalecen los procesos de inserción sobre la atención puntual.
El programa de atención a drogodependientes, Siloé, da respuesta a muchas personas con problemas de droga y orienta a grupos de Cáritas de la provincia en el acompañamiento a personas con esta problemática.
Ambos programas constituyen el “signo permanente de solidaridad” con motivo de la celebración del año Jubilar en el 2000.
A partir del año 2005, se apuesta por reforzar el voluntariado en la Diócesis.
En el año 2005 la V Asamblea de Cáritas Diocesana de Ciudad Real, basándose en los Estatutos aprobados en 1994, pone sus prioridades en el voluntariado.
Así, encarga a una Comisión que realice un PLAN DIOCESANO DE VOLUNTARIADO que articule toda la vida y compromiso del voluntariado de Cáritas en la provincia.
La formación de directivos y responsables se consolida como un espacio prioritario e importante para el voluntariado.
El trabajo de calle y su metodología se plasma en una publicación de Cáritas Diocesana de Ciudad Real (“Pateando la calle”), que nace de la experiencia y diseño de un grupo de voluntarios y técnicos.
Conjuntamente con la Pastoral Penitenciaria, surge el programa de prisiones, estando presentes en Herrera de la Mancha y en Alcázar de San Juan.
La colaboración activa de Cáritas en la preparación de las Semanas de Doctrina Social de la Iglesia.