“El migrante es Cristo que llama a nuestra puerta”
En torno a la Jornada Mundial del migrante y refugiado propulsada por el Papa Francisco, desde Cáritas Diocesana de Ciudad Real queremos dar a conocer a la sociedad el trabajo que realizamos en el programa de migraciones
Marruecos, Colombia Perú, Venezuela, Senegal, Paraguay, Bolivia, Honduras y Ecuador, son las nacionalidades del 80 % de las personas atendidas en Cáritas Diocesana de Ciudad Real durante lo que llevamos de este 2023. Estos perfiles hablan de la diversidad cultural presente en nuestra provincia y en las atenciones en Cáritas. Con una tasa actual del 58 % de personas atendidas en Cáritas de otras nacionalidades, observamos que las migraciones ocupan un papel central en la realidad que atendemos como Iglesia servidora de los pobres.
Sin embargo no es el país de origen lo que prima en las atenciones que realizamos, sino la centralidad de la persona (de cualquier procedencia y condición) y el amor preferencial de Dios por los pobres – que es motor de nuestra atención y signo de la Iglesia de Jesús. Inmersos en una realidad dinámica, Cáritas Diocesana en su espacio de toma de decisiones y participación, que es la Asamblea Diocesana, estableció en una de sus prioridades “Sentar las bases para el desarrollo de proyectos relacionados con personas inmigrantes en situación irregular y refugiados”. Esta prioridad se ha materializado en la creación en 2022 del Programa de Migraciones de Cáritas Diocesana de Ciudad Real.
En las acogidas de las Cáritas parroquiales e interparroquiales, las historias de vida que escuchamos están llenas de causas para migrar que el papa Francisco mencionan en su mensaje de la de la 109 ª Jornada del migrante y el refugiado que celebramos este 24 de septiembre: “Conflictos, desastres naturales, o más sencillamente la imposibilidad de vivir una vida digna y próspera en la propia tierra de origen obligan a millones de personas a partir”. Conocemos de conflictos armados, inestabilidad política y violencia, persecución (por motivos religiosos, étnicos, políticos…), desempleo crónico, pobrezas y hambrunas. Ligado a la dificultad de tomar la decisión de migrar, que en las personas que atendemos no es libre, sino condicionada por los dramas antes mencionados, el tránsito del país de origen al país de destino es de altos costes personales, familiares y económicos.
Las personas que atendemos han llegado a España en el mayor de los casos de manera legal, sin embargo es enormemente doloroso conocer que son muchos hermanos migrantes los que atraviesan nuestras fronteras por las Islas Canarias, Ceuta, Melilla u otros puntos de las costas Españolas, incluso a través de Europa a pie o desde las costas de Libia a Italia o Grecia.
Tras un proceso de endeudamiento o de abandonar todo lo que habían construido en sus países de origen o después de travesías en las que se arriesga la vida y la integridad física y moral, las personas que llegan a España afrontan una limitación de derechos que dificultan las posibilidades de
integración. Las condiciones para regularizar la situación administrativa de las personas migrantes, están condicionadas al tiempo de permanencia en España y la existencia de contratos de trabajo que en la situación económica del país son difícil de conseguir. Otra de las trabas que encuentran las personas recién llegadas es obtener el certificado de empadronamiento que acredite la residencia, y que es la puerta a los derechos en España, se convierte en misión imposible debido a los re-alquileres, la precariedad y la falta de disponibilidad de viviendas de calidad. La sanidad, el acceso a la atención social, y a la participación, son derechos también limitados para las personas migrantes.
A pesar de las dificultades que las personas migrantes encuentran en los países de destino, su presencia en nuestras localidades supone una fuente de riqueza. Además de los beneficios económicos que reporta la migración tanto a los países de origen como de destino, son innumerables los aportaciones humanas que nos traen nuestros hermanos de otros lugares y que estamos llamados a descubrir con los ojos de Dios, que ha sido migrante en Egipto como nos recuerda el Papa Francisco en esta jornada mundial del migrante y refugiado.
Desde el inicio del programa de migraciones, se ha acompañado en la regularización a 29 personas, de las que se ha conseguido permiso de residencia para 21 de ellas, aunque nos encontramos en la tesitura que de las personas que han conseguido arraigos para la formación de nuevo deberán encontrar en el plazo de un año contratos de trabajo para garantizar sus autorizaciones de trabajo. Ha sido un proceso de coordinación entre las acogidas parroquiales, el programa de empleo y el programa de migraciones al que le queda mucho recorrido en el acompañamiento a las personas migrantes.
Pero no sólo es el tema de la regularización lo que nos debe ocupar y preocupar, sino que nuestras comunidades cristianas y nuestra sociedad vivan desde la llamada a “acoger, proteger, promover e integrar a todos, sin distinción y sin dejar a nadie fuera”