Vocación, esa es la explicación

Hace unos días la primera cadena de televisión española emitía en horario de máxima audiencia, cosa infrecuente, el documental “La vida después”, dedicado al impacto del COVID 19. La historia giraba en torno a cinco personas, un niño nacido en plena pandemia, un enfermo ya curado, la hija de un fallecido en una residencia en Madrid, la enfermera de un hospital de Leganés y el director de una Residencia de Estella, casado y con un hijo, quien junto a otros catorce trabajadores del centro se encerró con los residentes esquivando acertadamente el virus. El programa pretendía plasmar las experiencias vividas desde cinco perspectivas, propósito que consiguió de una manera brillante. Un magnífico trabajo del equipo de “En Portada”.

Pues bien, es en estos profesionales donde pretendo poner el foco de estas líneas, en el ejemplo de sus vocaciones. Si vieron el documental recordarán de labios de la enfermera expresiones como: «A mí en ese momento lo que me importaba era el paciente… si se ponía a llorar pues estar ahí con él; si me cogía la mano o me quería dar un beso, no le iba a decir ¡quita!”. O la decisión de los trabajadores de la Residencia que dejaron a sus familias para convivir día y noche con los ancianos: «Nos ha dado tiempo a reflexionar sobre las personas mayores, que nos han dado todo, de que han nacido en tiempos de guerra, que han crecido en la postguerra, y que no podíamos dejar que se marcharan sin darles el cariño y la atención que se merecían». Estas palabras lo dicen todo.

La vocación, esa es la explicación del comportamiento de estas y otras muchas personas en distintos ámbitos de la vida, profesionales o no; la vocación como la opción por pisar terrenos peligrosos, saborear momentos difíciles, aceptar de corazón situaciones complicadas, siempre como un servicio más allá de lo que exige lo firmado, no solo en el alcance y dimensión sino en el talante de gratuidad que toda vocación supone. Seres humanos que apuestan en sus vidas por la filantropía, por “negocios” basados no en el precio de las cosas sino en el valor de las personas; hombres y mujeres dotadas de sensibilidad hacia muy distintas causas, en aras de muy diferentes y nobles fines.

La vocación como esa fuerza polarizadora que la persona siente en su interior llevándola a enfocar sus quehaceres sin pararse a calcular su rentabilidad o precio; vocaciones religiosas, humanitarias, profesionales, artísticas, altruistas… la vocación como el desbordamiento de una pasión, como fuerza envolvente que llena y da sentido gratificante a las vidas de quienes responden a su llamada.

Dicen que en los momentos difíciles es cuando los seres humanos sacamos lo mejor y peor de nosotros mismos; pues bien en aquellas personas que atesoran una vocación, esos momentos son los que nos dan la oportunidad de comprobar la grandeza que encierran para beneficio de todos. La vocación, esa es la explicación.

Fermín Gassol Peco